Fuente: www.asanda.org.
Ante el sustancial descenso del mercado
de las pieles en toda Europa, la industria
peletera inicia cada temporada grandes
campañas de promoción sustentadas
sobre argumentos radicalmente falaces,
pero que pueden confundir a quienes no
tienen otras fuentes de información.
Para que puedas decidir conociendo lo que
esconde la otra cara de la moneda, a continuación
relacionamos tales argumentos junto a lo
que ocultan tras ellos.
- La propia industria
peletera ha dispuesto estrictos controles para
garantizar el origen ecológico de sus pieles
(etiquetadas como "piel de origen
controlado") avalando que no se
usan pieles procedentes de animales protegidos.
No de puede ser juez y parte y pretender
además un mínimo de credibilidad.
La etiqueta de "piel de origen controlado" es
un invento de la propia Federación
de Peleteros. Las noticias de prensa nos
hablan con harta frecuencia de requisas
de ingentes cantidades de pieles de animales
protegidos, evidenciando que no existen
garantías de control. La aseveración
de que "es imposible trabajar con
artículos no controlados",
es radicalmente falsa. Muy al contrario,
las prendas de piel más caras son
precisamente las procedentes de animales
muy protegidos y en peligro de extinción.
Las pieles requisadas en los controles
aduaneros y en tiendas peleteras son posteriormente
subastadas por el Estado y compradas de
nuevo por los peleteros, que ya "blanqueadas" las
introducen "legalmente" en el
mercado.
La industria peletera ha sido la
responsable de grandes matanzas de animales
salvajes. Incluso en nuestro propio país hemos
sufrido la desaparición de varias
especies en muchas zonas por la presión
peletera de otros tiempos (por ejemplo,
las nutrias en muchos ríos de Andalucía).
Los convenios internacionales que intentan
frenar tan irresponsable depredación
han sido forzados por ecologistas y animalistas,
nunca por peleteros. Hoy se siguen capturando
animales salvajes en países permisivos,
cuyas pieles terminan en fábricas
peleteras Españolas. Sólo
la industria peletera es la culpable de
que aún no se haya conseguido la
prohibición de capturar animales
con cepos y la importación de sus
pieles en Europa.
- En las granjas peleteras
(donde se "producen" animales
para obtener su piel) los animales son
mantenidos en las mejores condiciones,
casi con mimos, pues ellos, los peleteros,
son los principales interesados en reproducir
animales sanos.
Si la presión peletera sobre la
fauna salvaje es ecológicamente
inadmisible, la cría de animales
para su uso en peletería es éticamente
intolerable. En ves de la idílica
imagen que sugieren frases como "cría
junto a sus madres", "sacrificio
con ausencia de sufrimiento", etc.,
el que visite una granja peletera se encontrará con
animales hacinados en pequeñas jaulas,
con madres psíquicamente afectadas
que se comen a sus crías, con ejemplares
mentalmente tarados que giran sin cesar
en sus reducidos habitáculos: incluso
después de varias generaciones reproducidas
en jaulas, estos animales siguen teniendo
genes salvajes que los impiden adaptarse
a condiciones de cautividad.
Los métodos de sacrificio autorizados
y aplicados son: el gaseado que provoca
una larga agonía, la electrocución
con un electrodo en la boca y otro en el
ano. Pero también usan, por motivos
económicos, de la asfixia por estrangulamiento
y por desnucamiento.
Además, el control de estas granjas
es inexistente: en Andalucía existen
varias decenas de pequeñas granjas
familiares dedicadas, entre otros, a la
cría de chinchillas, y según
un informe evacuado a nuestra solicitud
por la Consejería de Medio Ambiente,
ni una sola de ellas se encuentra legalmente
autorizada.
- La industria peletera es un sector
económico de primera magnitud
en España y las campañas
antipieles ponen en peligro muchos puestos
de trabajo.
No podemos entrar en cuestiones económicas
cuando el sufrimiento animal está en
medio: la industria bélica mantiene
muchos más puestos de trabajo que
la peletera y pocos ciudadanos lamentaríamos
su desaparición. Pero muchos peleteros
han sabido "reciclarse" a tiempo
y ahora comercian con otros tipos de tejidos
(lana, algodón, etc.).
- Es un contrasentido criticar a la industria
peletera y vestir zapatos de piel o utilizar
otros muchos objetos de cuero: el cuero
es piel.
La industria peletera sacrifica animales
con el fin primordial de aprovechar su
piel. Los restos de estos animales son
un subproducto sólo aprovechado
para reducir gastos. Los cueros utilizados
en zapatos y bolsos provienen de animales
sacrificados para consumo humano, es decir,
subproductos que, por serlo, no tienen
valor peletero: ¿Por qué los
abrigos de piel de oveja no tienen valor
peletero? Porque la piel de los animales
sacrificados para consumo es barata y,
por tanto, no cumple con uno de los requisitos
peleteros: fomentar la vanidad.
- La piel natural es verdaderamente ecológica,
cosa que no puede decirse de las pieles
sintéticas.
El que otro sector económico
(el que fabrica pieles sintéticas
obtenidas a partir de derivados del petróleo)
llame "piel ecológica" a
las pieles sintéticas no es responsabilidad
de los animalistas, que nos limitamos
a señalar la inmoralidad de utilizar
pieles de animales sacrificados para
uso peletero o a defender soluciones
alternativas a la peletería en
base a productos naturales como la lana
o el algodón. Si algún
lector desea ver realmente lo que se
esconde detrás de los abrigos
de pieles, puede solicitar en ASANDA vídeos reales que muestran estas imágenes.
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Piel de animales salvajes
¡Clic! Un dolor infernal se le dispara
por la pata delantera arriba. El zorro intenta
retirarla y su propio esfuerzo lo aplana
contra el suelo: ha sido atrapado en el cepo.
El animal aguza las orejas y muestra sus
dientes al extraño enemigo. Después
la emprende con él a mordiscos. Los
dientes restallas contra el duro acero y
el pánico se va apoderando del animal.
He aquí el principio de una lucha atroz
y prolongada en la que de antemano ya se sabe
quién va a salir vencedor. Rabioso y
enloquecido de miedo y de dolor, el zorro salta
de un lado a otro, zarandeando violentamente
el cepo. Una herida se le abre en la pata.
Sigue mordiendo el hierro. Rechinando, se le
rompe el primer diente. Después el segundo.
Oleadas de dolor estremecen e invaden su cuerpo.
Pero él sigue hincando los dientes,
que se le van cayendo a pedazos. La angustia
de la muerte le confiere fuerzas singulares.
Le chorrea sangre del hocico y de la pata.
La nieve se tiñe de rojo. Por momentos
se le desvanece el sentido y permanece tendido
y apático. Pero el dolor retorna. El
miedo. La rabia y el desfallecimiento. Así pasan
horas. Cada vez se alargan más los estados
de apatía. Llega y transcurre la noche.
El ansia de sobrevivir alienta todavía.
Y de pronto ahí está, el dos
piernas. De nuevo muestra sus dientes. Patético
gesto: sólo cuatro raigones sangrientos
le quedan en la mandíbula. Con ojos
ensangrentados por el miedo ve caer el garrote.
Un golpe sordo. Gimiendo queda tendido, inerte.
Matanza atroz de un animal por su piel preciosa…. |
Piel de animales de granja
Corre y corre sin parar. Por los prados.
Entre los matorrales. Encaramándose
a un tronco. Con elegantes cabriolas se zambulle
en el agua, sumergiéndose en sus profundidades….
Una dentellada en la oreja le sobresalta
de repente. Emite un bufido y devuelve el
mordisco. Su compañero de celda le
enseña los dientes. Un indescriptible
hedor de excrementos de los otros cientos
de miles de visones le atufa el olfato.
Su escapada había vuelto a resultar
sólo un sueño. Como el de las
otras doscientas cuarenta noches desde su
nacimiento. Doscientos cuarenta días
de vida en una jaula enrejada. En una de
las cincuenta mil jaulas apiñadas
en largas filas. Doscientos cuarenta monótonos
y hediondos días, colmados de horror,
dolor y agresividad. Comer, beber, excrementar.
Siempre alerta a los ataques de sus compañeros
de jaula. Obligado por sus impulsos congénitos
a un desplazamiento continuo, se ve forzado
a moverse en un espacio mínimo. Adelante,
arriba, atrás, abajo. Adelante, arriba,
atrás, abajo… hasta el agotamiento.
Sueño corto. Sueños de libertad
sin límites. De pronto se rompe la
monotonía. Ayer no hubo nada de comer.
Hoy tampoco. Los gruñidos y el alboroto
alrededor se hacen cada vez más intensos
y estridentes. El puño de un hombre,
embutido en un grueso guante, lo atrapa.
Chilla. Le meten brutalmente el hocico en
un agujero. Gases ardientes le punzan. Pierde
el sentido. Las manazas del hombre le doblan
la cerviz hacia atrás, sobre el cuello.
Se casca la nuca. Matanza atroz de un animal
por su piel preciosa…. |
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